Acostumbramos palpar y vivir los objetos en su hiperbólica euforia. Así la mayoría de nosotros vivimos por ejemplo el fenómeno Westinghouse a través de sus lavarropas, sus televisores, sus lámparas a vapor de mercurio, sus fluorescentes y no a través de sus minas, sus detonadores, sus torpedos y sus proyectiles. Ambos fenómenos son realidades parciales vividas por el mundo, que requieren ser reunificadas para mostrar el carácter represivo de ambos productos. La mina no revela más que el refrigerador y la secadora de pelo no nos dice más que el detonador. Necesitamos leer ambos productos para entender uno y otro, para descubrir dos maneras de acallar y de reprimir que son, en definitiva, una sola.