“En una sociedad en la que las tasas de población mayor de 65 años no paran de crecer y donde buena parte de nuestra vida estará condicionada por ciertos niveles de dependencia severa, preguntarnos qué mecanismos sociales, culturales y políticos operan en la devaluación de la vida de los ancianos debería ser fundamental para afrontar los retos que tenemos por delante; un cuestionamiento que debería ser prioritario para los movimientos sociales y las gentes diversas que luchan por una sociedad más justa y libre. Conectar, además, los análisis sobre las formas de violencia contra los mayores con aquellas investigaciones que pretenden desvelar cómo el poder margina los cuerpos que no son rentables para el sistema, se nos antoja imprescindible si queremos aspirar a una crítica integral del modelo político, económico, social y cultural en el que vivimos, y que sin duda nos conforma.”