Los análisis históricos y sociológicos suelen acompañar los textos sobre los filósofos como una simple cronología que informa de la venida al mundo del genio, de sus avatares humanos y de la irrupción de sus fulguraciones intelectuales. Únicamente cuando se trata de atacar a un filósofo comienzan a invocarse los procesos socio-históricos en los que se gestó su pensamiento. Para un filósofo, esto suele ser síntoma de que su pensamiento caducó con el tiempo que lo vio nacer. El resultado es bien conocido: el ditirambo para escenificar las devociones; el sociologismo y historicismo más vulgares para arrinconar a los enemigos. Frente a tal tradición, este es un libro sobre los procesos que producen a un filósofo y a sus creaciones: su origen de clase, su capacidad para jugar bien el juego que debe jugarse, su habilidad para engrandecer retóricamente sus recursos intelectuales. José Luis Moreno Pestaña nos sitúa ante un hombre estigmatizado al que su autoexigencia intelectual le permitirá liberarse de angustias vitales y obstáculos sociales y convertirlos en fuente productiva de una enorme inteligencia. Y es que la experiencia social y la producción intelectual se encuentran íntimamente unidas, incluso en los universos más autónomos de la creación cultural. Si un gran pensador no es tanto un genio que merece comentario arrebatados como un individuo capaz de conciliar, con una perspectiva propia, mundos teóricos diversos, de trabajar su experiencia social sin descanso hasta encontrar un sesgo propio, este libro ayuda a comprender algo de cómo Foucault llegó a serlo.