Los economistas se han sentido atraídos desde hace tiempo por la ambiciosa búsqueda de las leyes generales del capitalismo. David Ricardo predijo que la acumulación de capital conduciría al estancamiento económico y la desigualdad; Karl Marx siguió sus pasos al pronosticar la depauperación del proletariado, y Thomas Piketty emula a Marx en la crítica del sistema capitalista, proponiendo una audaz teoría de la desigualdad. Pero según Acemoglu y Robinson, esta búsqueda de leyes generales es errónea, porque ignora las fuerzas clave que determinan cómo funciona una economía. Los autores sostienen aquí que cualquier teoría plausible de la desigualdad ha de centrarse en las instituciones políticas y económicas, y esbozan a tal efecto un enfoque alternativo del asunto.