La noción de que el capitalismo debe sumirse en un periodo de declive de forma inevitable y que, por lo mismo, la historia está de nuestro lado, ha sido una idea dominante que ha moldeado gran parte del pensamiento marxista y revolucionario. Décadas después de estos debates, y a pesar de varias crisis económicas en menos de un cuarto de siglo, la burguesía, lejos de estancarse en las formas organizativas del Estado-nación, ha reconfigurando sus modelos de extracción y acumulación de plusvalor a nivel global, solidificando sus instituciones interestatales como su principal prioridad política.
A raíz del colapso del Bloque del Este, se ha vuelto más importante que nunca desafiar tales nociones del declive y la decadencia capitalista. Bajo este nuevo paradigma de división internacional del trabajo, la degradación del sistema como una consecuencia mecánica de su propia lógica autodestructiva ha perdido toda credibilidad. Como señala acertadamente Aufheben, recuperando una cita de Pannekoek, «la verdadera decadencia del capital no es otra que la autoemancipación de la clase trabajadora». Los textos aquí recogidos tratan de coadyuvar a ese objetivo.