El conspiracionismo, entendido como una lectura paranoica de los hechos, como la tendencia a ver conspiraciones por todas partes y a sobrestimar el poder de las élites, es uno de los fenómenos que más preocupación suscita entre la clase política y periodística. Así, se ha vuelto habitual ver cómo la prensa y los «verificadores de hechos» publican desmentidos contra bulos y noticias falsas provenientes de personas tildadas de conspiranoicas, negacionistas, etc.
En estas páginas, vemos cómo el conspiracionismo es el resultado directo de la pérdida de contacto con la realidad provocada por la digitalización de nuestra vida cotidiana, por la adicción a las redes sociales, y que se ve también alimentado por el nihilismo de las oligarquías (industriales, políticas, mediáticas), cada vez más responsables del empobrecimiento de las poblaciones y de la destrucción de la vida en la Tierra, en aras de mantener en pie el sistema económico «cueste lo que cueste».
Pero además, La industria del conspiracionismo muestra cómo tras el «anticonspiracionismo» se halla la voluntad de desacreditar todo pensamiento crítico: la etiqueta de «conspiranoico» se ha convertido en un arma casi permanente de neutralización masiva en boca de los gobiernos y de sus agentes mediáticos, que buscan descalificar las críticas a los poderosos y desactivar el debate público sobre la gravedad de los daños causados por el capitalismo industrial.
Inspirándose en Hannah Arendt, Theodor Adorno, Carolyn Merchant o Castoriadis, y con el respaldo de un rigoroso estudio histórico sobre las mentiras de Estado en torno a la industria y la energía nuclear, el autor mezcla el análisis geopolítico, económico y sociológico, cuestionando el peligroso optimismo ciego del cientificismo y examinando el uso del conspiracionismo a ambos lados de bandos oficialmente enfrentados en el terreno mediático.