La protagonista de esta novela es una niña llamada Plectrude –los nombres propios no carecen de significado en esta intensa fábula–, nacida en prisión de una madre de diecinueve años que asesinó a su marido, y padre de la niña, semanas antes de dar a luz. Su destino será, en buena medida, el de una lucha contra la compulsión a repetir el destino maldito de su madre. Criada con la familia de una tía, destaca enseguida por su belleza salvaje, por su talento para la danza, por un don casi sobrenatural de seducción que hace caer a sus pies a cuanto ser se cruza a su paso. Con la excepción, claro está, del chico que ella ama.
El estilo directo y austero de Amélie Nothomb le permite atravesar en esas pocas páginas una serie casi infinita de peripecias, a través de las cuales Plectrude se convierte en una de las más singulares (anti)heroínas literarias de los últimos años. Y cuando todo parecía dicho ya, un golpe de efecto magistral cierra la novela con un final que dejará al lector en medio de auténtico «estupor y temblores».
Al publicar la versión original de esta novela, la autora declaró: «Para un escritor no existe mayor tentación que la de escribir la biografía de su asesino». Sólo quienes se dejen llevar por el vértigo de estas páginas –algo casi irresistible después de leer la primera línea– sabrán por qué.