De 1912 a 1926 la acción y pensamiento político de Amadeo Bordiga encarnaron la lucha del marxismo revolucionario en Italia.
En enero de 1921, en el Congreso de Livorno del Partido Socialista italiano, Bordiga dirigió y protagonizó la escisión de los comunistas y la fundación del Partido comunista de Italia. Fue su dirigente más influyente desde esa fundación hasta el IV Congreso de la Tercera Internacional, reunido en diciembre de 1923.
Bordiga comprendió, analizó y denunció el carácter contrarrevolucionario del oportunismo comunista. Del mismo modo, supo captar los primeros síntomas de abandono de los principios programáticos y se enfrentó hasta el último momento, en el seno de la propia Internacional, a la progresiva degeneración estalinista, sin más objetivo que el de facilitar en el futuro la restauración teórica y organizativa del partido del proletariado.
El Congreso de Lyon (enero de 1926), supuso la definitiva derrota organizativa de la Izquierda comunista, dada la imposibilidad de presentarse como fracción o tendencia en el seno del partido, así como de defender sus posiciones políticas.
La intervención de Bordiga en el VI Ejecutivo Ampliado de la Internacional fue la última posibilidad que tuvo la Izquierda comunista de utilizar una tribuna internacional para defender el programa comunista fundacional. El brusco enfrentamiento entre Stalin y Bordiga, en torno a la cuestión rusa y la teoría del socialismo en un solo país, señaló la definitiva derrota de las concepciones revolucionarias. Bordiga concluyó que la pirámide se apoyaba sobre su vértice. La derrota organizativa de la Izquierda comunista era consecuencia directa de su intransigente defensa de los principios programáticos.
Bordiga se quejó, en los agrios debates sobre el fraccionalismo del Comité de Entente de la Izquierda, del excesivo personalismo en torno a su nombre, ya que concebía el liderazgo como mera función, totalmente despersonalizada.
En noviembre de 1926 fue detenido y su casa saqueada por los fascistas. En marzo de 1930, a pocos meses de su liberación, fue expulsado del partido.
El mérito y la fuerza de Gramsci y Togliatti residían en su papel de hombres de confianza de la Internacional en Italia. Esa fue también su miseria, porque suponía su plena identificación y complicidad con el naciente estalinismo. La inevitable derrota y la debilidad de Bordiga y de la Izquierda comunista radicaban en su intransigente oposición al oportunismo y a la degeneración de la Internacional. Esa fue también su grandeza histórica, y el origen y la razón de ser del bordiguismo como corriente marxista diferenciada.