La filosofía cambió de rumbo con la obra de Michel Foucault. El pensamiento ya no debe alzarse en una pirueta hacia las ideas ni buscar en el interior de las cosas una forma. Tampoco tiene que recorrer la compleja dialéctica de lo concreto a lo abstracto ni seguir el camino de las relaciones sociales. Para Foucault todo resultaba más sencillo: la filosofía tiene que mancharse las manos, escavar hacia el subsuelo, tiene que ser una arqueología capaz de historizar y diagnosticar el presente en que vivimos. Para alcanzar su objetivo, esta arqueología huirá de universales, claves de inteligibilidad o nociones previas y analizará prácticas y discursos que constituyen el fundamento de los regímenes de poder que nos oprimen. Este proyecto, con la Historia de la sexualidad, se centra en las condiciones bajo las que se formaron los saberes, los sistemas de poder y los sujetos de la sexualidad. En el primer tomo, La voluntad de saber, Foucault desgrana la sociedad victoriana para encontrar la literatura erótica, la confesión, la medicina, la antropología o el psicoanálisis, por citar algunos elementos, la genealogía