¿Es la familia un agente natural de reproducción del orden establecido? Así era el caso bajo el Antiguo Régimen, cuando el padre de familia recibía del soberano la garantía efectiva de su poder, y a cambio le aseguraba a éste la obediencia de sus súbditos. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XVIII, este equilibrio empezó a romperse. Cuando la riqueza, y por tanto el poder, pasó a ser una cuestión de producción y ya no de gasto o saqueo, fue necesario economizar los cuerpos y gestionar las poblaciones, y por tanto intervenir en la familia. Tal es el papel de la policía, entendida entonces en un sentido mucho más amplio que su versión represiva actual: una ciencia de la felicidad al servicio del poder nacional. Un siglo después, este poder adoptó las múltiples caras de la filantropía: paternalismo en las empresas, moralización a través del ahorro, higienización a través de la medicina. Todas estas prácticas convergieron a principios del siglo XX en la creación del llamado sector social. Y, de este sector, la familia es el epicentro. Por un lado, la familia fue objeto de empresas higienistas que desest