Ánjel (o Ángel) María Fernández es un profesor que escribe y un escritor que enseña en institutos de secundaria. En Había del verbo a ver cuenta, con pesar, humor y tremenda honestidad, el día a día en las aulas, su particular trato con los alumnos y con el oficio docente. Jornada a jornada, desmenuza las distintas complicaciones a las que se enfrenta y los desvelos íntimos y contradicciones que la profesión y el contacto con los adolescentes le provocan no solo dentro, sino también fuera del centro escolar.
Hay en este relato cotidiano violentas discusiones con alumnos, conflictos a veces irresolubles, desencuentros, expulsiones, pero también conversaciones entrañables y disparatadas, diálogos intensos y muy divertidos, bromas, expresiones de cariño, amor y odio por un oficio y por todas las personas que lo conforman. Había del verbo a ver no es, por tanto, un libro de ficción, aunque se haga uso de la misma para ocultar los verdaderos nombres de los chavales y de los compañeros de trabajo: Zeta, Zailo y Zoilo, Delicias, el trío Par-Lan-China, la alumna Melapela, Mafalda, Pastora… Estamos por igual ante un ejercicio documental y literario, ante una muestra contundente de vida y ante su amuleto protector:
«Para tratar de exorcizar demonios, para mostrar al respetable lo que vivimos en las clases, para dejar testimonio, en fin, de nuestros días en el instituto y también para encontrar razones que me permitieran continuar con mi empleo y mi sueldo, comencé a escribir este diario.
»Casi al instante advertí que cuanto más desgraciado fuera en mi trabajo, mejor sería el libro».