En una oficina, una mujer sentada ante una máquina acumula jornadas enteras de trabajo, tensión en los hombros y un hilo de pensamientos, mientras sus manos se mueven mecánicamente sobre las teclas. Poco importa la ubicación o la fecha, la escena podría reproducirse una y otra vez, y ha quedado magistralmente retratada en la serie de poemas que Karen Brodine compone a partir de su labor como tipógrafa. En los versos de Brodine, el trabajo aliena, secuestra las horas y, en nombre de la productividad, viene a interrumpir la poesía; pero es, al mismo tiempo, el lugar desde donde se escribe, como también lo es la enfermedad, un proceso que corroe el cuerpo a la par que exige el esfuerzo de ser puesto en palabras. Al igual que Audre Lorde, Susan Sontag o Anne Boyer, que reconoce en Brodine a una de sus mayores influencias, la poeta y activista escribe con una explosiva mezcla de rabia y lucidez acerca del cáncer y sus tratamientos, dejando en evidencia las peligrosas grietas de un sistema de salud atravesado por las políticas de género y las opacas reglas del mercado. El duelo por el cuerpo moribundo se entrelaza con el dolor por la pérdida de la madre, la memoria en torno a un linaje de mujeres extraordinarias que se abren paso como pueden en el mundo, la construcción de la identidad queer o las acciones a pie de calle en defensa de las trabajadoras. Anclando en una experiencia que es personal y, a su vez, colectiva, los poemas reunidos en la presente colección ponen en relieve una escritura que, movida por un incombustible impulso de supervivencia y lucha, no se detiene y horada en cada verso los límites entre vida y poesía.