André Tecedeiro, una de las voces más relevantes de la última poesía portuguesa, construye El arte de la fuga a partir de la memoria de prisioneros célebres y anónimos que se rebelaron contra sus grilletes. Desde Hugo Grocio, encarcelado por sus escritos religiosos y fugado en una maleta de libros, a Harriet Tubman, esclava afroamericana que escapó de su plantación y ayudó luego a escapar a otros cientos. Desde la escuela de gladiadores en Capua, actual Campania, en la que se formó Espartaco, a Dias Lourenço, militante comunista portugués que demostró que era posible escapar de la terrible fortaleza de Peniche. En estos poemas vive el dolor del encierro, pero también la rabia luminosa de la evasión. Las palabras de Tecedeiro, ligeras como la carrera de quien se fuga, son un ejercicio de resistencia, una amenaza para los carceleros: si hay prisión, hay huida.