Escrito en un estilo dialogado y directo a la vez que riguroso, ataca implacablemente los grandes males de la sociedad: el trabajo asalariado, las instituciones familiares, el Estado, la religión, la guerra, la cárcel... Alexander Berkman, una de las figuras más coherentes del movimiento libertario, deshace una por una las mentiras del capitalismo, con un análisis crítico simultáneo de la experiencia bolchevique. Pero también plantea cómo debería ser la sociedad del futuro.
En un tono vibrante de justa indignación, nos muestra la brecha entre las cuestiones básicas de la vida o los deseos de cualquier ser humano, con respecto a un hecho obsceno: que mientras la mayoría de las personas trabajan para construir todo lo que vemos en el mundo, sólo una minoría son los propietarios de las empresas, gracias a la eterna amenaza del paro. Se trata de un robo evidente que sin embargo no es percibido como tal por sus víctimas. Un robo amparado por la ley. Si repasamos la historia, vemos que tras la esclavitud vino el feudalismo, y después el capitalismo. Antes las iglesias, y ahora las escuelas y los medios de comunicación, están siempre del lado de los poderosos, enseñando sumisión. Para acabar con esto es necesaria una revolución. Pero esta ha de ser un proceso constructivo, guiado por el amor a la libertad, que cristalice en la asociación entre iguales a todos los niveles de la sociedad. El comunismo libertario afirma que deben ser los propios trabajadores quienes realicen este proyecto, mediante la huelga general y apoderándose de las industrias. Berkman propone además descentralizar el sistema productivo y acabar con la opresión colonial.