PANNEKOEK CONSIDERABA que el comunismo no podía ser otra cosa que un proceso revolucionario que condujera a una democracia radical unida a la colectivización de los medios de producción. Los consejos obreros son asambleas creadas para autogestionar una empresa, ya sea una fábrica, un campo, un taller, etc. y constituyen la forma más simple y más radical de poder obrero: los trabajadores se apoderan de la empresa y la hacen funcionar por sus propios medios. Pero los consejos no se contentan con esto, aspiran a la ‘gestión directa’ de toda la economía nacional y rechazan la explotación y el autoritarismo. Manteniéndose profundamente impregnados del ideal socialista de justicia social, concuerdan en reaccionar contra las desviaciones burocráticas y centralistas del socialismo estatal.
El consejismo se remonta a la Comuna de París, pero se expresa por primera vez en su forma final en los acontecimientos revolucionarios en Rusia de 1905, allí fueron llamados ‘soviets’ y tuvieron un papel fundamental para el triunfo de la Revolución rusa. Sin embargo, pronto fueron cooptados y después suprimidos por el Estado, convirtiéndose en parlamentos al estilo burgués. Durante los primeros años, Pannekoek dio un apoyo crítico a los bolcheviques, expresó dudas sobre las tendencias autoritarias del leninismo y contrapuso la autonomía proletaria como alternativa al partido de vanguardia. Se enfrentó abiertamente al reformismo, criticó el carácter burocrático que fue adquiriendo la Revolución rusa y denunció la domesticación del proletariado.
El riguroso pensamiento de Pannekoek anticipa una evolución social que diferentes experiencias posteriores han puesto en primer plano; después de Rusia, los consejos obreros han tenido lugar el diferentes momentos y países: Alemania en 1918, Turín (Italia) entre 1919 y 1920, la revolución española de 1936, Hungría en 1956, Francia durante 1958, Chile durante 1973, Portugal entre 1974, Argentina en 1975 o Irán en 1978.