Un hombre emprende el camino desde sus orígenes hacia un futuro que es desenlace y, también, un inhóspito más allá donde no hay Dios, apenas ángeles y recuerdos. Esta travesía de ecos dantescos es el hilo que hilvana los tercetos de Puerto oscuro, una obra que, concebida como un único y extenso poema dividido en cuarenta y cinco secciones, medita en torno al flujo de la vida, los finales, y las tensiones entre un pasado tangible y un futuro siempre incierto. Con sus versos límpidos y de aparente simplicidad, Mark Strand fluye con elegancia entre lirismo y narración, dejando que la extrañeza irrumpa allí donde parece haber apenas una historia banal; mientras que con su agudo y característico sentido del humor conspira contra el dolor de la perdida y la muerte, y desbarata los impulsos elegíacos del poema. Contenida y elocuente al mismo tiempo, trascendente y capaz también de rezumar una agradable ligereza, Puerto oscuro es una de las piezas fundamentales en la trayectoria de uno de los grandes poetas norteamericanos de finales del siglo XX, al que Adalber Salas Hernández rinde homenaje con esta magnífica traducción.
“Presentar a Mark Strand es una tarea difícil porque requiere distanciarse de algo que me gusta mucho, de algo a lo que debo muchos momentos de felicidad casi física, o de su equivalente mental.” – Joseph Brodsky