Es extraordinario, mi pico. Hay sitios donde la tierra no se ve, donde sólo se ve el cielo. Puedo imaginarme subido a un globo, en ascenso perpetuo hacia el infinito. Es sorprendente. He tenido sensaciones inauditas. Intenta representarte esto. A mi alrededor, el cielo. ¡Ningún horizonte! ¡Ningún ruido! Sólo el paso silencioso de las nubes. Y de repente, en ese vacío inconmensurable, en ese silencio de eternidades espléndidas, el ladrido de un perro que sube desde la tierra invisible. Al principio el ladrido es débil; es como un lamento; luego, poco a poco, se acentúa y es como una revuelta. Y eso dura días enteros, y noches enteras. Y me da la sensación de que es el lamento del hombre, de que es la revuelta del hombre que sube contra el cielo, sí, el ladrido es la voz misma de la tierra.
Octave Mirbeau nació en Trévières, Normandía, en 1848 y murió en París en 1917. Periodista, crítico de arte, panfletario comprometido con la verdad y la justicia, fue además novelista de éxito y dramaturgo de fama. Luego de escribir unas diez novelas de encargo debuta oficial y clamorosamente con El calvario (1886). En 1888 publica L'Abbé Jules, primera novela dostoievskiana y prefreudiana de la literatura francesa. Durante una grave crisis existencial publica en folletín la extraordinaria novela En el cielo, en la que pone en escena a un pintor inspirado en Van Gogh. Publica a continuación dos novelas juzgadas como escandalosas por los tartufos y los bienpensantes, y que tuvieron gran éxito de ventas en todo el mundo: El jardín de los suplicios (1899) y Diario de una camarera (1900). Mirbeau remata ya su relación con la vieja novela pretendidamente realista con sus dos últimas obras narrativas, La 628-E8 (1907) y Dingo (1913), donde la fantasía se desata y cuyos héroes son su automóvil y su perro.