El joven Charles-Ferdinand Ramuz llega por vez primera a París en 1901 con el fin de preparar una tesis de doctorado. Se baja del tren en la estación de Lyon y apenas ha soltado la maleta en la habitación del sórdido hotel de la calle del Odeón, que se echa a la calle, cediendo al hechizo de la capital. Además de las descripciones, aún de actualidad, de los espacios emblemáticos y sitios monumentales, Ramuz expone su visión poco romántica de los suburbios obreros y de las poblaciones aledañas, como Ménilmontant, que irían anexándose a la capital. Rememora la historia de los orígenes de París y retrata a sus personajes más populares: la portera, el artista bohemio, los libreros de la orilla del Sena o los vagabundos. París no solo es el “París del capitalismo (…) internacional que afluye a París como si fuera el único lugar del universo donde se pudiera sacar plenamente provecho de las ventajas que tiene la riqueza”, sino también la metrópoli de inagotables curiosidades.