Aunque pertenecía por edad a la denominada generación del 98, Isidoro Acevedo se estrenó como novelista social cuando la generación del «Nuevo romanticismo» (la otra generación del 27) decidió sustituir la «literatura de vanguardia» por la «literatura de avanzada», como consecuencia del alto grado de conciencia histórica alcanzado por los intelectuales de entreguerras. Los Topos. La Novela de la mina, publicada en la encrucijada del año 1930, es una de las obras más representativas de la novela social de este periodo en su vertiente obrerista: un testimonio fehaciente de la emergencia del proletariado en tanto que clase protagonista de la historia. «Uno de los dirigentes más prestigiosos del Partido Socialista en Asturias, pasado luego al comunista, Acevedo dedica esta novela a los mineros de la cuenca norteña, declarando que si con ella puede contribuir en algo al mejoramiento de sus vidas, se dará por satisfecho» (Víctor Fuentes). «Lo antedicho no invalida en modo algún que cuando Acevedo escribe Los topos nos deje un estupendo documento de la difícil huelga minera en la Asturias de 1927, que como historiador nos apasiona» (Manuel Tuñón de Lara).
Isidoro Acevedo (Luanco, 1867-Moscú, 1952) es una de las figuras más sugerentes, no por olvidada menos sugestiva, de la primera mitad del siglo XX español. Se formó en el seno de una familia trabajadora. Desempeñó diferentes tareas como tipógrafo y corrector, sindicalista y político, periodista y narrador. Dirigente obrero, llegó a ocupar el puesto de secretario de la Asociación del Arte de Imprimir en 1896; y andando el tiempo, al surgir el Partido Comunista de España en 1921, formó parte del Comité Central. Su labor como periodista político aún no se ha estudiado con detenimiento. Colaboró junto con Pablo Iglesias en el semanario El Socialista y llegó a desempeñar la dirección de La Voz del Pueblo, en Santander, La Lucha de Clases, en Bilbao, y La Aurora Social, en Oviedo. Publicó un libro de ensayos Impresiones de un viaje a Rusia (1923) y dos novelas, Ciencia y corazón (1925) y Los topos (1930). Antes de terminar la Guerra Civil española, se exilió en Rusia, donde desempeñó el cargo de Presidente del Socorro Rojo Internacional hasta su muerte, que tuvo lugar en Moscú, el 8 de noviembre de 1952, con la esperanza de que la justicia social fuera posible algún día.