«Las palabras casi siempre cuentan una historia. Así sucede con la voz armario, que antiguamente definía el lugar donde se guardaban las armas. Creo que todavía hoy cada armario conserva parte de su significado original, porque en ese mueble oscuro y secreto guardamos a buen recaudo la ropa con la que armamos nuestro cuerpo, las prendas que nos defienden de la desnudez, que nos ocultan del otro o nos hacen brillar ante los demás, según nos convenga. Prendas de las que en ocasiones no somos capaces de desprendernos por lo mucho que significan. Vestidos asociados para siempre a una primera cita que fue el comienzo de algo. Vestidos sin estrenar, que nunca tuvieron su oportunidad, con los que nos sentimos en deuda. Vestidos olvidados en sus perchas que vuelven a surgir repentinamente porque se pone de moda un estampado o un color, que resucitan y encuentran su momento.
»Cada armario posee, además, un fondo, misterioso en su lógica, un orden constante, basado en la repetición de tonos, cortes, estilos. La moda habla su propio lenguaje, y, como las palabras de un idioma, cada prenda está llena de posibilidades dialécticas, encierra un simbolismo, supone consciente o inconscientemente la elección de una actitud ante la vida. Yo soy mi ropa y mis textos, y creo que ambas cosas se parecen tanto entre sí que se comunican secretamente. Mi armario real está lleno de camisetas negras, de vestidos verdes, de terciopelo. El armario de esta selección de mis columnas, publicadas en el Heraldo de Aragón, es un muestrario de temas a los que recurro con frecuencia. Cuestiones como la defensa del feminismo y de los derechos de los animales, la fe inquebrantable en la sanidad y la educación públicas, el amor a la literatura que nos salva. Mi eterna fascinación por la belleza y el mal. Ese es mi fondo de armario».
Patricia Esteban Erlés