«El fin del mundo como lo conocíamos». Eso vino a decir, en parte, esta sarcástica, y a la vez entrañable, novela de Bianciardi —una de las mejores que escribió, una de nuestras preferidas— cuando se publicó por primera vez, en 1960.
Dos hermanos se mudan a Milán desde una pequeña ciudad de provincias en los años cincuenta, durante la posguerra: Luciano y Marcello, dos figuras opuestas pero complementarias. Luciano, jugador de fútbol fracasado y antifascista, es la voz que nos habla y alter ego del autor. Ambos hermanos están convencidos de que la vida en una gran ciudad representa la única posibilidad de reaccionar ante la frustración —y la sensación de impotencia— que ha dejado la guerra. Ambos acaban en el mundillo intelectual, que enseguida vivirá un boom económico, y se emplean en el sector editorial. Bianciardi satiriza de manera despiadada las neurosis habituales de ese microcosmos, las reuniones inútiles, las discusiones sin sentido, la excesiva vanidad de muchos intelectuales…
Esta novela es una crítica amarga, pero también muy divertida, de cierta industria cultural europea. Y, al mismo tiempo, con un estilo corrosivo, su autor logra captar a la perfección la vida cotidiana en las metrópolis de la segunda mitad del siglo xx.
Sí, una inesperada y suculenta combinación de «El apartamento» de Billy Wilder con algunas obras teatrales de Beckett.