París no se acaba nunca es una revisión irónica de los días de aprendizaje literario del narrador en el París de los años setenta. Fundiendo magistralmente autobiografía, ficción y ensayo, nos va contando la aventura en la que se adentró cuando, en una buhardilla de París, redactó su primer libro. Y nos desvela, por ejemplo, cómo en parte escribió ese libro gracias a los consejos para escribir una novela que le dio, resumidos en una breve cuartilla, Marguerite Duras, su muy atípica casera.
París no se acaba nunca es también la historia de cómo en su juventud el narrador viajó a esa ciudad para imitar literalmente la vida bohemia de escritor principiante de Hemingway, quien contó, en París era una fiesta, que allí fue «muy pobre y muy feliz», y de cómo, por el contrario, el narrador fue muy pobre y muy infeliz. Aunque, eso sí,)ogró allí escribir su primera novela y, además, descubrió que, como decía John Ashbery, después de vivir en París, uno queda incapacitado para vivir en cualquier sitio, incluido París.
En París no se acaba nunca, que es también el título del último capítulo de París era una fiesta, Enrique Vila-Matas nos ofrece un retrato del joven debutante en la vida y en el arte, que se inscribe, con sorprendentes matices renovadores, en la ya clásica tradición de aquellos relatos que giran en torno a la educación sentimental de alguien que, escapando de un ambiente mediocre, busca triunfar en el centro mismo del arte.
Después de tan resonantes éxitos como El viaje vertical, Bartleby y compañía y El mal de Montano, el autor consigue en esta nueva novela una armoniosa y logradísima síntesis de las muchas facetas de su singular narrativa.