En el Gun Club de Baltimore, tres científicos aficionados preparan el mayor salto intentado nunca por los hombres, sirviéndose de un proyectil, que contiene una cabina para los decimonónicos astronautas, y un gigantesco cañón para dispararlo más allá de la atmósfera. Cien años antes de hacerse realidad, ya Verne había previsto la forma en que los hombres podrían viajar –con aventura, riesgo e imaginación– a nuestro satélite.