Si Seattle representó la resistencia, en Porto Alegre se dio un paso adelante al establecerse un diagnóstico del mundo y esbozarse una propuesta.
Pocas veces como en esa ciudad brasileña se ha podido asistir a un debate tan intenso y profundo sobre el modelo de dominación que corrientemente conocemos con el nombre de globalización. Y nunca antes se había atisbado con tanta claridad la idea de que el cambio es posible, aunque para conseguirlo la batalla va a ser larga y difícil. Y jamás se había manifestado con tanta fuerza algo de lo que Porto Alegre se convirtió en testimonio: la alianza entre intelectuales críticos de izquierda y los movimientos sociales alternativos; una alianza que ha sembrado ya la preocupación en el corazón del sistema.
El debate entre el Foro Económico de Davos y el Foro Social Mundial de Porto Alegre puso de manifiesto que el reducido mundo de los ganadores no tiene ninguna alternativa seria que ofrecer a esa inmensa mayoría que constituyen los perdedores. Que no existe un propósito real de cambio, ni siquiera de humanización del actual modelo. Por el contrario, las gentes que se dieron cita en Porto Alegre demostraron que existen de forma embrionaria en los movimientos sociales, en los diversos grupos de trabajo internacionales y en sectores universitarios elementos de lo que podemos denominar ya una propuesta alternativa al modelo neoliberal hoy preponderante.
Para los que habían vaticinado el fin de la historia el espectacular éxito del Foro Social Mundial, tanto en su convocatoria como en sus resultados, constituye un serio aldabonazo que anuncia el inicio de una nueva etapa.