Para muchos de los que la impulsaron, como el presidente estadounidense Woodrow Wilson, la Primera Guerra Mundial era la guerra que tenía que acabar con todas las guerras, la confrontación armada que debía evitar que una carnicería semejante, con millones de muertos en todo el mundo, desproporcionada incluso un siglo después de su estallido, volviera a repetirse.
Está claro que no fue así. Y solo unos pocos supieron verlo entonces. De todos ellos habla Adam Hochschild en este libro, en el que los que lucharon en la guerra dejan sitio a los que se opusieron a ella, muchos de los cuales terminaron en la cárcel por defender sus ideas. Entre ellos, el futuro ganador de un Premio Nobel de Literatura Bertrand Russell y un exdirector de diario que publicó para sus compañeros de prisión un periódico en papel higiénico.
Libro formidable y documentado, Para acabar con todas las guerras no es solo una poderosa evocación del terror de la Primera Guerra Mundial, sino un homenaje a los que sufrieron sus consecuencias y a los que pagaron un precio muy alto por rebelarse contra e