«Pan, libertad y justicia social.» Con este lema, miles de egipcios rompieron con el miedo en enero de 2011 y se lanzaron a las calles. Lo hicieron para reclamar la caída del dictador Mubarak y, con él, la caída del régimen político y económico que lo mantuvo en el poder durante más de treinta años. Tres décadas caracterizadas por políticas despóticas y represoras, centradas en consolidar un modelo de libre mercado aplaudido internacionalmente, mientras se contenía a la oposición, mientras se silenciaba toda voz crítica y, sobre todo, mientras más del 40% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza. Todo en aras de la estabilidad regional, la lucha contra el fantasma islamista y las políticas de liberalización.
Pero la caída del rais no significó la caída de sus políticas. Militares e islamistas unieron sus fuerzas para transformar el ímpetu de la calle en un proceso de transición reformista que adormeciera las exigencias de cambio social. Dos años y medio después, este pacto fracasa y sumerge de nuevo al país en la misma dicotomía en la que ha vivido en la última mitad de siglo: la de los Hermanos Musulmanes contra las fuerzas militares o viceversa.
Ésta es la historia de una revolución que ni comenzó en Tahrir ni ha acabado con la marcha de Mubarak o la caída de Mursi; de un viaje que se adentra en las entrañas de la sociedad y la política del valle del Nilo: desde las mezquitas de Imbaba hasta los clubs militares de Zamalek; desde el palacio de Etehadeya hasta las barracas de Boulak Dakrour o las fábricas de Mahala. Es la historia de la lucha por hacerse con el control de la barricada.