Marzouki forma parte de una estirpe de reformadores políticos tunecinos de la que forman parte, todavía en el siglo XIX, el mameluco Jayr ad-Din Pasha, impulsor de la primera constitución tunecina, y más recientemente Habib Burguiba, el autoritario pero laico primer presidente de la república, que envió al exilio al padre de Marzouki, por lo que este residió en Marruecos hasta que comenzó los estudios universitarios en Francia. Médico de profesión y dedicado a la medicina comunitaria, ingresó en 1980 en la Liga Tunecina de Derechos Humanos, de la que fue elegido presidente nueve años más tarde y abandonó en 1994 por su tibieza frente al régimen; su oposición a este le forzó al exilio, del que no regresó hasta la caída de Ben Ali. Al frente de su partido, el Congreso por la República, logró el segundo lugar en las elecciones de 2011 y fue elegido presidente de la república en noviembre del mismo año al frente de un gobierno tripartito en el que son mayoritarios los islamistas de en-Nahda, el partido del prestigioso Rashid Gannushi.
Esta obra es mucho más que una autobiografía; en realidad no es eso, sino más bien una serie de reflexiones que enmarcan un programa político para el corto plazo y también de amplio aliento: reconciliar Túnez consigo mismo, extirpando las peores manifestaciones de un pasado oprobioso, para construir desde abajo una democracia ágil, eficaz, laica pero respetuosa con las distintas opciones y sobre todo, asumida por la mayoría de la población, dentro de un mundo árabe en ebullición.