En julio de 1936, la UGT, al lado de otras fuerzas sindicales y políticas, logró contrarrestar el alzamiento militar de la derecha en buena parte de la geografía española. Su papel fue decisivo en muchos lugares. Sin embargo, la guerra pronto lo llenó todo, alterando profunda y abruptamente la cultura obrera y sindical. Los cuadros y militantes de la UGT se encontraron súbitamente actuando como militares y como políticos, al tiempo que, en multitud de situaciones, muchos viejos militantes tuvieron que hacerse cargo de la dirección de las empresas y de la producción.
No han de extrañar, por tanto, los enfrentamientos internos que desgarraron la UGT entre 1936 y 1939, en una situación de forzado sindicalismo de guerra que fue parte importante del sostenimiento de la Segunda República a lo largo de aquellos tres largos años de guerra.