Desde el momento en que los castellanos arribaron a las Filipinas intentaron establecer relaciones económicas y políticas con China. Pero la prohibición marítima que regía en el imperio Ming les cerraba las puertas de China. La ocasión se presentó en 1575, cuando Manila frenó el ataque de un pirata chino y en agradecimiento los chinos invitaron a una delegación castellana a ir a China. La expedición circuló entre honores y banquetes, y dos de sus miembros, el agustino Martín de Rada y el soldado Miguel de Loarca, dejaron sendas relaciones que incluían tanto su viaje como una narrativa global sobre el imperio chino, proporcionando la primera visión castellana directa de una China casi desconocida. En 1579, un nuevo grupo partió hacia China, esta vez sin permiso ni de los chinos ni del gobernador de Manila. Dos miembros de la expedición, Agustín de Tordesillas, un franciscano, y Francisco de Dueñas, un soldado, escribieron sendas relaciones que cubren tanto el accidentado viaje como su azarosa estancia en China, mientras el que dirigía el intento, Pedro de Alfaro, dejó una larga carta a su superior. Este libr