La obra de André de Muralt constata que corrientes
filosóficas tan heterogéneas como puedan serlo,
por ejemplo, el materialismo marxista o el existencialismo
sartreano comparten, sin embargo, un
mismo modo de pensar, una cierta estructura de
pensamiento cuyos rasgos comunes cabe rastrear.
Con independencia de los contenidos, que pueden
llegar a ser antagónicos, hay una lógica similar
–dialéctica, en este caso– con la que se piensa esa
materia que diferencia a unas doctrinas de otras. El
estudio que realiza Muralt de estas “estructuras de
pensamiento” da lugar así a una filosofía de la filosofía
que tiene verdadero alcance hermenéutico.
En efecto, este método de comprensión de las doctrinas
filosóficas permite interpretar cada una de
ellas desde sí misma, esto es, desde la propia lógica
con la que fueron concebidas, y no desde la lógica
del intérprete.