En la modernidad, la poesía parece ocupar el lugar que tenía lo sagrado para el hombre primitivo. Son muchos los filósofos que la consideran capaz de organizar la totalidad de la vida; al tiempo, es concebida con el único espacio de libertad en el que el individuo está a salvo de la jaula de hierro weberiana.
Tanto es así que con las vanguardias se comienza a hablar del arte por el arte y, con ello, del potencial emancipador de la poesía.
La filosofía de Roger Caillois, profusamente descrita por Nicolas Petel-Rochette en este ensayo, hace del rechazo de todos estos tópicos uno de sus ejes principales.
Su punto de partida es el distanciamiento del surrealismo, al que considera como un camino fallido. Para Caillois su ideario estético no es más que un fetichismo reductor de la plenitud que tuvo la vida en otros tiempos. La ideología que subyace a la consigna del arte por el arte es, para Caillois, un método tan esclerotizado como las cadenas burocráticas y los demás esquemas procedentes de la autoridad. Y llega todavía más allá: sostiene que la imaginación humana es la jaula más precisa del individualismo y el camino más directo al ensimismamiento.