Cada una de las tres conferencias aquí recogidas es una operación comando. Lacan cae como un paracaidista ante oyentes ocasionales. Tiene una hora para decirles quién es y lo que hace. Los vuelve sensibles al siguiente contraste: (a) el inconsciente es aceptado, ya no asombra a nadie, pero solo por un efecto de propaganda; se han acostumbrado al psicoanálisis, pero como a una moda terapéutica. (b) sin embargo, el psicoanálisis introduce en una experiencia sin par. El inconsciente freudiano es una novedad sin precedentes. Los hechos así revelados, tomados en serio, exigen repensar todo de nuevo. Lacan mismo se entregó a ello: su método consiste en partir de lo que todo el mundo sabe. Después, astutamente, como quien juega, hace brotar en cascada conceptos sorprendentes: un pensamiento que no se piensa a sí mismo; un inconsciente que es lenguaje; un lenguaje que está «sobre el cerebro, como una araña»; una sexualidad que «agujerea la verdad»; un otro donde esta verdad se instaura; un deseo que proviene de él, y que solo se extrae de él a costa de una pérdida, siempre; y la idea de que todas estas paradojas responden a una lógica, distinta de lo que se llama «el psiquismo» Jacques-Alain Miller.