Los jardines renacentistas –aquellos vergeles de las villas florentinas de los Medicis, que personajes como Cosme el Viejo o Lorenzo el Magnífico mandaron construir en lugares de ensueño como Fiesole, Careggi, Poggio, Castello o Boboli–, son los protagonistas de este original ensayo de María del Carmen Molina Barea. Entre sus avenidas y parterres, los filósofos humanistas neoplatónicos, liderados por Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirandola, encuentran el lugar privilegiado para que el alma pulule, se expanda y deleite, y el individuo, al recorrerlos, como si se internase en un laberinto, se pierda a sí mismo, se extravíe como sujeto y se metamorfosee. El modelo de jardín del humanismo florentino logra su máxima expresión plástica, literaria y filosófica en el libro El sueño de Polifilo –narrado como un relato en clave, editado en Venecia por Aldo Manuzio, atribuido a Francesco Colonna, y considerado por los bibliófilos como el más hermoso libro impreso de todos los tiempos–, donde aquél se concibe como paseo, viaje y circuito del alma, adoptando la forma de escala, laberinto, teatro y hasta rueda de la memoria –desde las interpretaciones de Giordano Bruno y Raimundo Llull–.