En los últimos años el terraplanismo se ha convertido en una de las más populares expresiones de la conspiranoia. Hemos visto reproducir innumerables veces, en libros, series de televisión y películas, la representación típica del individuo conspiranoico con un gorrito de aluminio y las paredes repletas de recortes de periódico. El impulso original de este ensayo es superar esa visión reducida y estigmatizada, y analizar la facilidad con la que relatos y tropos conspirativos han inundado el cine y la literatura, de Kafka a Cronenberg, de La invasión de los ladrones de cuerpos a The Wire.
Los mismos malvados de siempre cuenta cómo la fantasía y la paranoia resurgen cada vez que el presente nos hostiga y se vuelve inconmensurable. Sucedió con los reaccionarios europeos de la Revolución Industrial y la figura demoníaca del judío, y con los colonos de Nueva Inglaterra y el viejo mito de la brujería: cada sociedad en crisis busca su figura expiatoria, una nueva figuración política, que le permita cartografiar la realidad a su modo y tratar de restaurar un viejo orden de sentido.