El capitalismo pelea recurrentemente sus crisis, al tiempo que muestra un abanico de respuestas cada vez más limitado. El Estado moderno intenta resistir los embates de soluciones más exitosas que lo desbordan territorialmente por arriba y por abajo. El pensamiento moderno, agotado en el esfuerzo de cabalgar sobre la idea de progreso, renuncia al combate y cede las soluciones racionales a supercherías, sectarismos religiosos, remedos de espiritualismo de consumo rápido y libros de autoayuda. Época de transición y confusión. ¿Puede brindar ayuda la reinvención de la política?