En la utopía encontramos un relato del cierre de la historia: nada menos que el advenimiento del futuro perfecto. Un futuro del que, desgraciadamente, siempre estamos a la zaga. Pero una vez alcanzada la utopía, sabemos que ya no habrá necesidades que cubrir ni esfuerzo que consumir; no padeceremos enfermedades, ni crímenes, ni desigualdades, ni habrá celos, ni envidias, ni rencores porque se habrá abolido la familia, la propiedad, el Estado, el trabajo, incluso la identidad de los individuos y todas la demás formas odiosas de sujeción que son la causa de todos los males.
La utopía es el motor del comportamiento del ser humano desde que es hombre: el deseo de transformar la realidad y, al igual que Dios, hacerla a su imagen y semejanza. ¿Un sueño vano? Quizás; pero sin ella no existirían las sociedades contemporáneas, con sus logros y sus barbaries...