"Un aleph no es una tontería", escribe el autor a propósito de una de esas pequeñas bodegas por las que siente la misma pasión que por el universo de las croquetas. Y podría estar refiriéndose a su libro (porque' de eso hemos venido a hablar), el dromedario que todo lo cifra. "Todo" quiere decir, aquí, "lo que nadie más habría imaginado", reclamo a esa vieja idea tan necesaria: la literatura como creación, invención, figuración de mundos.
De modo que en este libro hay perros uno hasta escribe un diario) y filogenética marciana, amor inusitado por el género humano, un uso totalmente innovador de las comillas, casualidades nunca azarosas, preciosas imposibilidades, ensayos en forma de poema, códices de libros prohibidos, magia para gente normal, cuentos que son fórmulas matemáticas, y una periferia de "señoras vestidas de fiesta, perros peinados, borrachos impenitentes, camorristas de tres al quarto, presentadores de televisión, inspectores de compañías cerveceras, policías de paisano, músicos agarrados a un vaso, gitanos que cantan solos, calles iluminadas de amarillo, almas en pena, penas sin alma, filósofos prácticos".
Porque Nubla vive en el barrio gitano de Gracia, en Barcelona. Cree en las regiones temporalmente autónomas y muestra un desinterés absoluto por la cultura del brunch. Empezó a dibujar antes que a andar, y descubrir que letras y palabras son dibujos que explican cosas lo llevó más tarde a la escritura, aunque sea más conocido por sus proyectos sonoros. Hay un cóctel en la coctelería Boadas que lleva su nombre. Una vez colocó una placa con el poema The Tiger, de Wlliam Blake, allí donde vive el tigre del Zoo de Barcelona. También colecciona piezas de puzle encontradas en la calle.