Otrora es una pequeña comunidad en la que residen Manrique e Ifigenia, un matrimonio sin hijos que acoge como sirvienta a Antónima, una joven que hasta ese momento vivía en un alejado paraje con la vieja Teófila. La pareja había acudido a Teófila, curandera con fama de bruja, en busca de un remedio que permitiera a Ifigenia quedar embarazada. El relato adquiere a partir de ese momento una dimensión mágica, surreal, al tiempo que inquietante, porque quien queda embarazada es Antónima, sin que haya intervenido hombre alguno en la concepción de una niña-planta a la que se dará el nombre de Floria. Regalo de la naturaleza, o del destino, Floria se erige en la gran protagonista de esta fábula en la que lo real y lo maravilloso se imbrican en un texto tan fantástico como poético.