Hermano yonqui muerto, exnovia trepa, padre sindicalista en derrota, madre con la vida embargada... Y entre ellos: tipo anónimo, un ordenanza de instituto que pasa costo mientras lee a Jack London y sueña con montar una carpintería y fabricar trineos.
Podrían ser los personajes de una mala novela, con todo contado desde afuera. Con benevolencia y técnica. Sin carne, suciedad ni sangre.
Pero no. Esto no es una novela. Esto mancha. Que los curiosos den media vuelta. Aquí no hay condones ni medias tintas. Esto es un panfleto; una arenga. Un banderín de enganche «para seguir viviendo.»
«Este libro es una promesa que haréis o no haréis cuando lleguéis al final.» Una promesa que incluye fuego y gasolina. Para quemarlo todo. Para organizarnos y que el edificio arda hasta sus cimientos.