Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria es la historia de la única revolución europea en la que los trabajadores con los medios de producción en sus manos amenazaron, de forma efectiva, con imponer su criterio por encima de cualquier línea política que no fuera promovida por ellos mismos. Mejor aún, la historia de los resultados de la revolución, las colectividades que comenzaron a organizarse desde el mes de julio de 1936, aprovechando la legitimidad de la derrota de los insurrectos (en ciertas partes del país) y el consiguiente vacío de poder que dejó el proceso revolucionario. Una historia no exenta de contradicciones en la que su principal protagonista político, el movimiento anarcosindicalista, se vió atravesado por peleas intestinas que lo llevaron a un estado de progresiva impotencia y en la que las diferentes izquierdas demostraron que tras su aparente unidad se escondían intereses políticos y de clase bien distintos a los de sus propósitos proclamados de transformación social. Frente a una imagen que permanentemente opone república a dictadura, antifascismo a fascismo, las cole