La crisis del euro ha puesto sobre la mesa la pregunta central del pensamiento democrático: ¿quién gobierna? En estos últimos años, una confusa amalgama de actores e instituciones ha gobernado Europa. Su gestión de la crisis ha sido ineficaz a la vez que opaca e irresponsable desde el punto de vista democrático, pues ni ha generado crecimiento ni ha permitido la rendición de cuentas. Además, ha creado una importante fractura entre acreedores y deudores, Norte y Sur, centro y periferia y miembros y no miembros de la eurozona, lo que ha desembocado en un enorme problema de legitimidad democrática a la Unión Europea, deteriorando el apoyo y la confianza ciudadana al proyecto de integración hasta extremos nunca vistos, alentando a su vez el auge de los populismos euroescépticos y xenófobos. La democracia, entendida como gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, parece haberse evaporado de la esfera nacional, pues las decisiones importantes ya no se toman en casa, sin que a cambio haya reaparecido en el ámbito europeo en un formato legítimo y la vez inteligible para la ciudadanía. Reconstruir la democracia en casa supone hoy construir una auténtica democracia en Europa: ello requiere devolver a los ciudadanos la capacidad de elegir políticas, políticos y el tipo de Europa desde la cual quieren ser gobernados.