Hoy estamos inmersos en una modernidad extremamente dinámica, en un permanente tiempo de tránsito. Este movimiento acelerado, pero romo en lo concerniente a la propuesta de alternativas, que ha anegado todas las circunstancias vitales, rige también para nuestra contemporaneidad, con un cambio semántico que de continuo deja atrás y sin resuello a los instrumentos lingüísticos. Incluso hay una tendencia a separar como períodos autónomos la Modernidad clásica de la tardía y hasta se multiplican las épocas y se habla de la era de la información, nuclear, digital, …, espigándose determinados acontecimientos como cesuras o hitos históricos. Una buena parte de nuestro patrimonio lingüístico (los conceptos fundamentales de nuestro presente) no queda consignado en los diccionarios histórico-conceptuales canónicos. Si para éstos eran importantes los singulares colectivos terminados en –ismo, ahora aparecen, además, otros sufijos con connotaciones procesuales: digitalización, globalización, modernización,… Progreso, revolución e historia eran conceptos emblemáticos ahora arrollados y fagocitados por el de innovación. La hiperinflación del prefijo pos- (pospolítica, posdemocracia, poshistoria, posfactismo,,,,) delata la tecnificación de la res publica.
Nos enfrentamos a un fenómeno complejo y aporético, a una especie de trastorno de la personalidad de la modernidad. Se aprecia el crepúsculo del singular colectivo y su reconversión en “modernidades” en plural. Paradójicamente, algunos de los más acérrimos detractores de la Ilustración velan las armas que ella misma ha forjado para emplearlas contra su más excelsa conquista: la Modernidad. Si la Ilustración era retratada como la era de la crítica, tal conquista no podía sustraerse a ella. La modernidad de la crítica y la crítica de la Modernidad son siamesas, y ambas han ido ganando no sólo nuevos estratos semánticos, sino también nuevas posibilidades de diagnóstico, pronóstico y denuncia. La historia conceptual puede coadyuvar a ofrecer una taxonomía esclarecedora y orientadora de sus tipos y de sus diversas acepciones. En esta labor, de la que es un botón de muestra este libro, hemos podido contar con la colaboración de especialistas de prestigio, que desde diversas perspectivas (trascendentales, fenomenológicas, estéticas, crítico-ideológicas, hermenéuticas,…) están embarcados en la actualización del vocabulario de nuestro tiempo, labor en la que ha destacado recientemente el Centro-Leibniz de Investigación Literaria y Cultural de Berlín.
Faustino Oncina Coves, en la actualidad Catedrático de Filosofía de la Universitat de València e investigador en comisión de servicios desde 2007 a 2009 en el Instituto de Filosofía del CSIC de Madrid, ha realizado diversas estancias de investigación en el Instituto Max-Planck de Historia del Derecho Europeo de Fráncfort del Meno, en la Universidad de Maguncia, en la Universidad Técnica de Berlín y en el Centro Leibniz de Investigación Literaria y Cultural de Berlín. En estos momentos su interés gira en torno a las relaciones entre historia conceptual y modernidad.