Este libro explica en una gran variedad de ejemplos cómo el ser humano evoluciona gracias al hecho de que todo su sistema de percepción se va llenando de sentido. En constante comparación con la conducta animal, Cyrulnik despliega todo el proceso de la ?humanización? del bebé hasta el niño que habla, que consiste en un perfeccionamiento de las señales. Aunque las señales están desde siempre presentes en el mundo de los seres vivos, permiten sólo un mecanismo de enunciado y respuesta inmediato. El perfeccionamiento humano consiste en poder distanciarse cada vez más de los objetos, manteniendo la relación con ellos, primero a través del dedo índice que los señala, luego a través de palabras, lo cual sólo tiene su lógica entre seres sociales.
La tesis central de este fascinante estudio es que en el ser humano lo innato o genético y lo adquirido no se puede separar ni expresar en porcentajes. Todo lo innato queda ?empapado? con lo aprendido y participa en la construcción de sentidos. Así, por ejemplo, la observación etológica de una conversación puede registrar los componentes ya presentes en la comunicación animal (movimientos, miradas, tonos e intensidad de la voz, gestos, mímica), pero entre humanos tiene la función de acompañar las palabras para añadirles más intensidad y más matices comunicativos. De este modo, la palabra queda realmente encarnada en nuestra animalidad. Pero ésta se convierte en un conjunto de señales para los otros, transportados a través del lenguaje.
Un tema muy poco tratado que Cyrulnik aborda en este libro es la asombrosa frecuencia de incestos. Los niños que nacen de estas relaciones de las que no se puede hablar, quedan fuera del sistema simbólico. Es un problema social y psicológico grave, que por ahora sólo se puede dé en adopción para darle una identidad nueva.