Hasta ahora los antropólogos, por lo general, han evitado referirse a los escollos de su oficio. Al desvelarlos aquí, a través de su experiencia personal, la autora afronta de manera inédita las carencias de la antropología, no para condenarla, sino para reivindicarla.
Su reflexión se enriquece con el extenso diálogo que mantiene con Maurice Godelier sobre la alteridad y la profunda huella que «el otro» ha dejado en sus ideas y sus vidas.