Los adolescentes dicen que sus padres los rallan, que no se puede hablar con ellos, que sólo saben echar broncas y que no les tienen en cuenta para nada; los padres, por su parte, se quejan de que sus hijos no les escuchan, que sólo responden con monosílabos, que no entran en razón.
Algo falla en la comunicación entre padres e hijos.
No me ralles introduce numerosos testimonios y analiza las situaciones en las que con más frecuencia los padres rallan a sus hijos: las tareas domésticas, sus modales, el orden en su habitación, las drogas, los amigos, las salidas, el rendimiento escolar, el móvil, la tele, el Messenger, la alimentación, la paga, la ropa, la música, etc.