El discurso económico clásico reposa sobre principios que parecen incuestionables, pero basta estudiar de cerca una transacción para advertir que esos principios abstractos no dan cuenta de la realidad. La oferta, la demanda, el mercado e incluso el comprador y el vendedor son el producto de una construcción social, de forma que no se pueden describir acertadamente los procesos llamados «económicos» sin apelar a la sociología. En lugar de oponerlas, es hora de que comprendamos que la sociología y la economía constituyen una sola disciplina cuyo objeto es el análisis de los hechos sociales, de los cuales las transacciones económicas no son más que un aspecto.