El teléfono móvil ha conseguido entrar hasta el último espacio de nuestras vidas. Cualquier calle, bar o plaza puede ser el teatro de una misma escena: móviles que suenan, gente que parece pasar el día escribiendo SMS, discusiones pregonadas móvil en mano...
Los publicistas nos dicen que gracias a él hemos entrado en una nueva era de libertad y nomadismo despojada de las ataduras del pasado. La comunicación, convertida en dogma, se ha transformado en una necesidad satisfecha por el móvil. Que incluso parece capaz de calmar nuestras inquietudes más íntimas: gracias a él, gracias a esa agenda que os quiere y os acompaña, nunca más estaréis solos...
El móvil ha inaugurado un modo de percepción entre persona y entorno, una nueva relación con el mundo y nadie ha escatimado elogios y descripciones minuciosas de todo lo que hemos ganado. No es cuestión de escandalizarse o llevarse las manos a la cabeza, pero ya es hora de abandonar ese conformismo beato y complaciente que nubla la mirada.