El Cielo sobre Berlín es la obra maestra de Wim Wenders y uno de los éxitos internacionales más importantes del cine alemán. Monólogos de fuerte lirismo conforman el lenguaje poético con el que se trabajan dilemas humanos como la existencia, la finitud, la solead o el amor.
Un ángel se rebelará contra esa fría forma de existir (que Wenders transmite en el lenguaje pictórico a través del uso del blanco y negro), conmovido por los efectos que el amor hacia una trapecista de circo encenderá en él. El vuelo perpetuo y en solitario será trocado por otro bien diferente: finito y de a dos. La experiencia humana atravesará a aquel que renuncie a ser un eterno testigo de vivencias ajenas («Mirar no es contemplar desde lo alto, es mirar a la cara, de igual a igual»), para sentir en la carne el dolor y el júbilo, el frío de la pérdida o el calor de una caricia correspondida, en el laberinto de la felicidad compartida.
compartida.
El escenario es el Berlín de los últimos años del muro. Ciudad de escombros y de espacios vacíos, este es, empero, el territorio conquistado por la libertad. Los habitantes hacen magia entre los escombros: Wenders lo sabe y allí mismo, en un descampado fangoso, sitúa al circo en donde una trapecista surca los aires con elegancia ante la azorada mirada del ángel que empezará a desear.