«El miércoles 5 de septiembre de 1934, Pablo Picasso visitó el Museu d?Art de Catalunya en Montjuïc, antes de su inauguración oficial. Es una de las últimas cosas que hizo antes de abandonar nuestro país para no volver nunca más.
Picasso llegó con el cabello medio despeinado, la cara sofocada y aquella expresión suya tan característica. Le esperaba Joaquim Folch i Torres, el entonces director, junto con una comitiva del Museo y algunos periodistas. Folch i Torres le hacía de cicerone, pero Picasso apenas escuchaba: no le interesaba el flamante edificio, sino su contenido.
La figura maciza del maestro malagueño pasaba rápidamente por las salas del nuevo Museo, ansioso por ver las pinturas murales, y al llegar frente a las de la iglesia de San Clemente de Taüll, la obra maestra del Museo, mientras el director le explicaba la técnica mediante la cual los frescos habían sido trasladados desde su emplazamiento original, Picasso concluyó: ?Esto es lo mío?.» Artur Ramon