En Arquitectura sin arquitectos, publicado originalmente en 1964 por el MoMA de Nueva York a partir de la exposición homónima comisariada por Bernard Rudofsky, el teórico huye de la restringida disciplina que ha gobernado nuestro sentido de la historia de la arquitectura y analiza el arte de construir como un fenómeno universal. Dejando de lado los prejuicios geográficos y sociales que han eclipsado lo que él considera una panorámica total de la arquitectura, Rudofsky nos ofrece atisbos de mundos que hasta ahora nos resultaban desconocidos e introduce al lector en la arquitectura vernácula, una arquitectura producida no por especialistas, sino por la actividad espontánea y continua de un pueblo con un patrimonio común.
Con frecuencia, la belleza de esta arquitectura «primitiva» no se ha tenido en cuenta por tratarse de un fenómeno accidental, pero en la actualidad reconocemos en ella una forma de arte que es el resultado de la inteligencia humana aplicada a modos de vida excepcionalmente humanos, que va más allá de cualquier consideración económica o estética y que constituye una fuente de inspiración inagotable para el hombre industrial atrapado en las caóticas ciudades.